MIS INICIOS EN EL ARTE
Desde muy temprana edad, el arte me llamó, como un susurro, una invitación a perderme en mi propio universo. Pasaba horas y horas en mi cuarto, sumergida en dibujos que brotaban de mi imaginación, en un tiempo y espacio que sentía ajenos al mundo cotidiano. La escuela, con sus lecciones y normas, me resultaba un enigma, un desafío que apenas podía descifrar. Siempre sentí que mi lugar estaba en algún otro rincón del cosmos.
Tras muchas dificultades y la lucha por finalizar el bachillerato, alcancé un punto de inflexión en mi vida. Finalmente, se abrió ante mí la puerta al conocimiento que mi espiritu ansiaba. Comencé a explorar los misterios que siempre me habían intrigado: quién soy, qué es este mundo, y cuál es mi propósito aquí. Así, me adentré en los estudios de la psique y el mundo simbólico, intentando desentrañar los secretos de nuestra existencia, buscando respuestas a las preguntas que dan sentido a nuestra llegada a este mundo.
Sin haber terminado el bachillerato, tras un arduo camino de desafíos, tomé la decisión de regresar a París, la ciudad donde nací. Allí, atraída por la luz, me encontré en la Escuela de Port Royal, un pequeño refugio donde el arte florecía en cada rincón. Nos reuníamos para pintar y dibujar, y luego, como alquimistas de lo intangible, conversábamos sobre el proceso, explorando las profundidades del trabajo en el taller. Fue un año entero en el que mi espiritu se impregnó de experiencias nuevas, hasta que la brisa del destino me llevó de vuelta a Venezuela.
Allí, me detuve brevemente en la Escuela Cristóbal Rojas, pero supe desde el primer día que mi destino se encontraba en otro lugar. Fue entonces cuando descubrí la Universidad Armando Reverón, como un faro en la niebla, mostrándome el camino. Sin embargo, para alcanzar ese puerto, necesitaba el título de bachiller, el último eslabón de una cadena que había dejado incompleta.
Mientras finalizaba el bachillerato, me inscribí en la Escuela de Arte Federico Brandt, donde empecé a tejer mi portafolio, hilo a hilo, como quien teje un mapa hacia el futuro. Cada obra que creaba era una pieza de un rompecabezas que lentamente revelaba mi propósito, mi destino en el vasto universo del arte.
Al cruzar las puertas de la Escuela Armando Reverón, supe que me encontraba en el umbral de un nuevo sendero. En mi interior, había batallas que debía librar, la más urgente era dejar de sembrar sin cosechar, de abandonar proyectos a medio camino. Me prometí a mí misma que, esta vez, mi pincel trazaría la línea hasta el final, sin importar cuántas tormentas oscurecieran el horizonte. La meta era clara, pero no era un peso que me oprimiera; era un faro que guiaba mis pasos con luz serena.
Esos años en la escuela fueron como abrir las ventanas de un castillo desconocido, permitiendo que la brisa del conocimiento se adentrara en cada rincón de mi ser. Lo que entonces parecía un vasto universo, inabarcable y colosal, no era más que el amanecer de un día que prometía infinitas luces. Cada lección, cada obra, era una estrella en un cielo apenas vislumbrado, una señal de que lo que me esperaba en la vida era un mar sin orillas, lleno de descubrimientos por hacer.
El camino que elegí fue una senda iluminada por la determinación, donde cada paso me acercaba no solo a la maestría del arte, sino al profundo conocimiento de mi propia esencia, en un viaje que aún hoy continúa desplegándose, como un lienzo sin fin.
Fueron cinco años de profundo aprendizaje, donde cada día era un nuevo capítulo en la historia de mi evolución. Compartir ese tiempo con otros artistas fue como beber de una fuente inagotable, un intercambio constante que nutrió mi espíritu y enriqueció mi visión. Después de obtener mi título universitario, las semillas que había sembrado comenzaron a germinar en forma de nuevas inquietudes. Estas, a su vez, me impulsaron a emprender nuevos viajes, a lanzarme en busca de nuevas aventuras. El horizonte se expandió, y con él, mi deseo de explorar más allá de lo conocido, de descubrir los paisajes interiores y exteriores que me aguardaban en cada rincón del mundo.
"Construcciones Pictóricas In Situ", mi tesis de grado presentada en el Salón Arturo Michelena en 2001, donde la obra recibió el premio Harinjs Liepins, y con ella sali de la Universidad marcando el inicio de un viaje que me llevó a Londres, abriendo una nueva etapa en mi vida: un viaje iniciático a través de ciudades y culturas que enriquecieron mi obra y ampliaron mi visión.
Ecos de la Juventud: De la Expresión a la Introspección en Mi Arte
En los albores de mi juventud, cuando la energía fluía con la fuerza de un torrente indomable, surgió mi obra "Construcciones Pictóricas In Situ". Era un período de ímpetu ardiente, una explosión de vitalidad y emoción que transformaba cada trazo en un grito de libertad. Este fuego juvenil, implacable y vibrante, se reflejaba en la intensidad de mi pintura, un caleidoscopio de líneas largas y colores que danzaban en una sinfonía de expresión pura.
Al concluir mi formación en la Escuela Armando Reverón, el mundo exterior se tornó un vasto desierto. Ya no estaba rodeada por el bullicio enriquecedor de compañeros y maestros, sino que me vi recluida en el silencio de mi propio taller en Altamira, Caracas. Allí, la emoción de mi juventud se encontró con una nueva realidad: la introspección. El taller, que en Londres se redujo a una simple mesa de comedor, se convirtió en el escenario de un proceso interior profundo y revelador.
Las primeras pinceladas en esta nueva etapa eran como fragmentos de un sueño, brutas y crudas, reflejando el caos de la juventud que se desmoronaba. Mi pintura, que antes era un torrente de emociones, ahora se encontraba con el desafío de reducirse a la simplicidad del punto. Este cambio no solo marcó una transición técnica, sino una evolución en mi viaje personal. El punto se convirtió en el símbolo de mi búsqueda hacia el origen, una línea de demarcación entre el pasado tumultuoso y el presente introspectivo.
Desde 2002, este camino se ha desdoblado en dos series: "Naturaleza Naturante" y "Naturaleza Naturada". La primera captura el caos primordial, la esencia misma del universo antes de que se defina. Es un reflejo del caos creador, donde las formas aún no tienen nombre. La segunda, en contraste, revela la manifestación de las formas y la introducción del lenguaje simbólico: bosques, montañas y paisajes se convierten en metáforas de un mundo que comienza a tomar forma.
Así, la evolución de mi obra es un testimonio de mi viaje interno, un proceso que comenzó con una explosión de juventud y que ha madurado hacia una meditación profunda sobre la existencia. Cada punto en mis series es un eco de ese viaje, un testimonio de las capas de la cebolla que he ido pelando, revelando la esencia de lo que soy y de lo que es el mundo.
"Construcciones Pictóricas In Situ" no es solo un recuerdo de mis comienzos; es el cimiento sobre el cual se edifica mi búsqueda constante. Cada obra que he creado es un reflejo de ese viaje introspectivo, un espejo del universo interior que explora el caos y el orden, la juventud y la madurez.
Cada nuevo destino fue una iniciación, un proceso de descubrimiento de las maneras de ser de cada cultura. Cada experiencia se convirtió en una pincelada en el lienzo de mi vida, aportando profundidad y perspectiva a mi arte. Tras mi primera estancia en Londres, regresé a Venezuela, donde me adentré en el mundo esotérico y espiritual, buscando respuestas más allá del arte como mera expresión.
Desde temprana edad, la espiritualidad fue una constante en mi vida, guiada por la influencia de mis abuelas católicas. Mi fascinación por estos temas me llevó a una inmersión profunda en tradiciones iniciáticas y estudios esotéricos, buscando comprender los misterios del universo.
Mi pintura, refleja una cosmovisión propia del origen del universo. Cada obra es un reflejo de este viaje interior y espiritual, donde el punto se convierte en el elemento primordial que da forma a un universo abstracto.
Utilizo la pintura como una herramienta de meditación, un medio para conectar con la esencia del cosmos y explorar la conexión entre la naturaleza y la espiritualidad.
Mi arte y mi investigación son un testimonio de una búsqueda constante por descifrar el enigma de la existencia, combinando la práctica artística con la reflexión espiritual en una búsqueda interminable de comprensión.
Enriqueta Ahrensburg