**Cómo ser artista y no morir en el intento**
Ser artista es caminar por un sendero lleno de misterios, obstáculos y revelaciones. Es un viaje que muchos consideran "loco" o imprudente, pero para quienes lo vivimos, es la única forma auténtica de existir. A lo largo de mis 50 años, he recorrido este camino con la incertidumbre como compañera constante y la pasión como mi única guía. Y ahi en mi taller he buscado algo más profundo, más personal: la verdad de mi ser, que termina expresada en mi obra.
El taller es mi santuario, el lugar donde la magia de la creación sucede. Aquí, entre pinceles, lienzos y escombros de ideas pasadas, es donde me encuentro conmigo misma una y otra vez. No ha sido fácil. He tenido que enfrentar días de duda, noches de insomnio y la angustia de no saber cómo llegar a fin de mes. El arte es un compromiso con la verdad propia, una verdad que a veces es incómoda, incluso dolorosa. Ir en contra de esa verdad es como traicionarse a uno mismo, y eso, para un artista, debe ser impensable.
He aprendido que ser artista no es un oficio que se elige; es un estado del ser. Vivimos en un mundo que no siempre comprende o valora lo que hacemos. Nos llaman "soñadores", "locos", porque vivimos en un universo paralelo donde las reglas del sistema no se aplican. Aquí, en este taller, el tiempo es relativo, y la creación es la única constante. Y aunque el sustento material sea una preocupación real, he descubierto que la clave para no morir en el intento es mantener vivo ese espacio sagrado de creación, sin importar qué.
A lo largo de los años, he vendido algunas obras, suficientes para seguir adelante, pero nunca lo suficiente para sentirme segura en términos económicos. La incertidumbre es una sombra que nunca desaparece por completo. Sin embargo, he aprendido a aceptarla, incluso a encontrar en ella una fuente de inspiración. Cada obra que he creado ha nacido de ese espacio de vulnerabilidad, de esa danza entre la inseguridad del mundo exterior y la certeza interior de que, pase lo que pase, tengo mi refugio.
El mayor logro no ha sido exponer en grandes galerías o recibir premios. Mi mayor logro ha sido habitar mi taller todos estos años, poder levantarme cada día y encontrar la fuerza para seguir creando, para seguir explorando esa verdad que solo se revela en el acto de la creación. La vida de un artista es un equilibrio delicado entre la necesidad de sobrevivir y la necesidad de expresar. Y aunque a veces la balanza parece inclinarse peligrosamente hacia la supervivencia, nunca he dejado que esa preocupación apague la llama de mi espacio.
El arte de ser artista es, en esencia, el arte de la resistencia. Es la capacidad de permanecer fiel a uno mismo en un mundo que a menudo nos pide que renunciemos a nuestros sueños por un poco más de seguridad. Pero la seguridad, en este camino, no es lo que nos impulsa. Lo que nos impulsa es esa chispa divina que nos llama a crear, a explorar, a desafiar los límites de lo conocido. Ser artista es vivir en esa tensión, y encontrar en ella la fuente de nuestra fuerza.
No abandonar el taller. No importa cuán difícil sea, no importa cuántas veces deba buscar sustento en otros lugares, siempre regreso a ese espacio sagrado donde la verdad se revela. Porque es allí, en la intimidad del proceso creativo, donde nos encontramos con nuestra verdadera esencia.
El mundo exterior puede ser complicado, puede ser inhóspito, pero dentro del taller, todo cobra sentido. Es allí donde el caos se transforma en belleza, donde las dudas se disipan frente a la certeza de una obra bien lograda. Es allí donde el artista, a pesar de todo, encuentra su lugar en el universo.
Y sí, se puede. Se puede ser artista y no morir en el intento. Pero para lograrlo, hay que aferrarse a esa verdad interna con todas las fuerzas, y nunca, nunca, dejar que la voz del mundo exterior ahogue la voz de la creatividad que vive dentro de nosotros.
Enriqueta Ahrensburg